


Ese momento en el que sentimos que, a pesar de todo, del pasado, de las lágrimas, de los malos recuerdos, somos y nos sentimos felices.
Porque ser, y estar feliz nunca es lo mismo.
En ese instante eres, estas y sientes la necesidad de abrazar, de gritar, de vocearle al mundo las ganas que tienes de luchar, de ser tú misma. Dispuesta a querer, y a ser querida. Susurrándole al silencio que tus llantos ya no serán compañeros.
La música ya no te invade y se deshace, ahora te complementa y se revuelve, te toma y se expande. El cuerpo empieza a respirar de la locura,,,
Sucede a veces, aunque dure poco. Porque los días felices, son los que luego, y al final de todo, quedan grabados en la memoria. Quedan dulces en la boca como caramelos infinitos que se derriten en la emoción y el ánimo.
No vale la pena morder el polvo para luego escupirlo.
Si quiera vale la pena hacerse daño a sí mismo inmerso en la culpa.
¿Los fallos? De ellos se aprende.
¿Las lágrimas? Se secan.
¿El dolor? Se olvida.
¿El tiempo? El tiempo es la medicina para el corazón herido,,,






